lunes, 14 de marzo de 2016

Estrategia para no convertirse en olvido

Cuando le prohibieron escribir cualquier frase, palabra, verso, punto y coma, retiraron retiraron todos los lápices, crayones. Arrancaron sus uñas y retiraron cualquier objeto punzante que permitiera realizar esa acción. La encerraron en un cuarto oscuro, lleno de sombras. Su cuerpo palideció, se enfureció, se llenó de llagas y úlceras que desprendían un mal olor además de un exudado color oscuro. Después de varios días tirada en el suelo, vio la silueta de sus dedos. Los acarició con el rostro. Reconoció su anatomía, percibió una especie de neblina que los cubría y separaba de ella. Los sentía fríos, a pesar de escuchar los impulsos transmitidos por la sangre y los nervios. Flotaron imágenes que trató de alcanzar, pero sus dedos estaban demasiado lejos, era como si flotaran en el aire, una especie de globos que buscaban un punto de gravedad. Su cuerpo desvanecía y tomó impulso y lanzó el cuerpo hacia ellos, se aferró a sus manos y las metió en su boca para sentirlas, para no volver a perderlas. De sus labios estallaron texturas, colores, remolinos, tormentas, planetas, espacios vacíos.

Entonces, comenzó a comerse uno a uno sus dedos. Su carne, sus huellas, su piel, tejido subjuntivo, vasos sanguíneos, nervios hasta llegar a las falanges. Lamió la sangre que brotaba de los muñones, mientras su cuerpo poco a poco retornaba en cada palabra escrita a través de la punta afilada de los huesos sobre la piel. Entonces se levantó y explotó, mutando el sitio en una estrategia para no convertirse en olvido.

Marilinda Guerrero


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